"Todo aquél que permanece
en El, no peca; todo aquél que peca, no le ha visto, ni le ha conocido". (1ª de Juan 3:6)
La Biblia nos aclara dos cosas
con relación al pecado:
Primero: Si vives una vida de pecado,
ello indica que no andas bajo el poder del Espíritu Santo, no importa lo que
digas acerca de tu condición espiritual. No puedes pasar tiempo estudiando y
meditando en la Palabra de Dios, andando en compañerismo con el Espíritu Santo,
y al mismo tiempo persistir en el pecado.
Segundo: Si no aborreces el pecado al
igual que lo detesta Dios, en realidad no lo conoces a El. Hay aquéllos que
continúan viviendo en pecado, y sin embargo insisten en que aman a Dios y le
pertenecen. El apóstol Juan lo aclara: El que vive pecaminosamente, no lo ha
visto (a Dios) ni le conoce. Es posible que hayas orado la oración del pecador
arrepentido, o que tengas responsabilidades en tu iglesia, e incluso estar
bautizado; pero la prueba de la presencia del Espíritu Santo en tu vida es que
venzas al pecado.
Esto no quiere decir que nunca
peques, pero sí significa que rehúses hacer del pecado tu forma y estilo de
vida, y que le pidas inmediatamente perdón a Dios cuando hayas pecado (1ª de
Juan 1:10). Significa que te opones al pecado, al igual que lo está Dios, y que
le permites al Espíritu Santo erradicar todo vestigio de pecado en tu vida.
Significa que, cuando pecas, inmediatamente se lo confiesas al Señor, quien es
el único que puede perdonar tus pecados, porque otro hombre no te los puede
perdonar. Tienes que arrepentirte ante Dios de tus faltas, y hacer lo que sea
necesario para evitar repetirlas.
Si te encuentras cayendo en
hábitos pecaminosos, o no sientes pesar ni tristeza por haber pecado, como la
sentías antes, es que no estás permaneciendo en Cristo. Regresa a El, en
arrepentimiento genuino; restaura tu comunión con El, y podrás de nuevo
experimentar victoria sobre el pecado.
1:19 - Por esto, mis amados
hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, y tardo para
airarse;
1:20 - porque la ira del hombre
no obra la justicia de Dios.
1:21 - Por lo cual, desechando
toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra
implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
1:22 - Pero sed hacedores de la
palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
1:23 - Porque si alguno es
oidor de la palabra, pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que
considera en un espejo su rostro natural.
1:24 - Porque él se considera a
sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.
1:25 - Mas el que mira
atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no
siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en
lo que hace.
4:17 - Y al que sabe hacer lo
bueno, y no lo hace, le es pecado.
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